domingo, 9 de mayo de 2010

La República de las Letras

Ya sé que me pongo pesado con mis alusiones al siglo XVIII. Es


evidente que no hay siglo más plomizo y plano en el terreno de la

Literatura en español. Apenas de dos o tres novelas de interés en

cien años, poesías de circunstancias dedicadas al lunarcito de la

amada o al último descubrimiento científico, un teatro aceptable, y

en todo caso el florecer del ensayo filosófico o histórico y alguna

que otra obra normativa como la poética de Luzán. Y poco más. Pero

acaso no podía ser de otra manera. En el siglo de las luces, de la

razón, de la explosión de la ciencia moderna tal y como la conocemos,

lo importante es el concepto de ilustración, de unos primeros pasos

hacia una educación que alcanzase más al conjunto del pueblo, la

alfabetización general como objetivo, la constitución de las

Sociedades de Amigos del País, el concepto de viaje ilustrado hacia

los países donde se forjaban las nuevas ideas, el latín todavía como

lengua universal con la que todos se entendían y los avances se

divulgaban, la batalla que los racionalistas libraban con las

supersticiones y la ignorancia...

No sé explicarlo mejor, pero siemple hablo de la conversación que

tuve con mi gran profesor de Teoría de la Literatura Túa Blesa. Le

pregunté que cómo sabiendo tanto de Literatura el no escribía,

excepto algún poema satírico para pasar el rato. Me dijo que él era

un docente y se consagraba a ello, y que eso era incompatible con la

creación literaria en exclusivo. Que él había decidido su opción y

punto. Y es verdad porque salvo excepciones como Umberto Eco, por

ejemplo, pocas eran las personas que podían compatibilizar crítica y

creación (si observáis, en el cine pasa lo mismo), aunque es

exagerada la afirmación de que todo crítico es un creador fracasado.

En caso de Túa en absoluto.

Lo que quiero decir es que todos los literatos del XVIII, en el

sentido más amplio del término, estaban demasiado ocupados

asombrándose y describiendo los profundos cambios de la cultura del

siglo. Incluso algunos que escribían literatura-literatura a menudo

se disculpaban ante el público diciendo que las poesías, relatos u

obras teatrales que escribían eran sólo como una manía que les daba

placer en sus ratos ociosos...

¿Sabíais que la mejor novela del siglo es posiblemente "Cornelia

Bororquia", una novela epistolar que narra las desventuras de una

condenada por la Inquisición? El Fray Gerundio del padre Isla es más

farragoso que otra cosa y bueno, la vida novelada de Torres

Villarroel tenía su gracia... La novela crecía al amparo del Quijote

en Inglaterra con Sterne o Fielding, pero aquí, nada de nada.

¡Qué rollo os he metido! Yo sólo quería que se entendiese un poco

mejor al desnostado siglo XVIII, que los conceptos "hombría de bien"

y "República de las Letras" nacieron en él. Y el derecho moderno con

la descripción de los abusos del anterior por parte de Beccaria fue

fundamental.

A veces los teóricos no daban ejemplo. Rousseau que tan bien escribía

sobre la educación tenía a sus cinco hijos en un internado para que

no le molestaran, pero en fin, nadie es perfecto.

Y ya llego a donde quería. Con el latín por lengua común, con el

florecer de las ciencias y el entusiasmo por los nuevos

descubrimientos nació el término "República de las Letras", como un

ente supranacional pero real. El literato estaba al tanto de qué se

cocía por toda Europa: ensayos, medicina, historia, teología,

numismática, botánica, Derecho... y también de lo que se escribía en

el terreno de la ficción, aunque fuera poco. (¿Alguién se ha leído "el

arte de las putas" de Moratín? es más entretenido que su teatro, y

eso que no era malo...

Me gusta pues el concepto de literato de entonces, más amplio. Y el

de República de las Letras. Así que todo escrito que comunique algo

humano es Literatura (buen ejemplo son las dos últimas reflexiones de

Helen), y Michaelmas, aunque chiquito y sin saber dónde está, forma

parte de la República de las Letras.

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